Sí aquel sentimiento me embargaba, mi mundo daba vueltas, no podía creer que le importara. Han tenido que suceder tantas cosas para que al final yo pueda entrar en su verdad, la verdad de mi madre.
Lamentablemente era tarde, para mí ya era tarde, habían hecho de mí un ser despreciable, al menos así me sentía yo.
Entré en mi habitación y pude hablar libremente con mi padre, pues era el único sitio que había dotado de interferencias suficientes para no ser escuchado, aunque no grabado.
- ¿Dime, qué pasó? Me increpó.
- Lo que tenía que pasar, ya lo sabes, ¿no? Le miraba con cara de pocos amigos.
- Vale no te ofusques, déjalo estar, es lo mejor que pudiste hacer para no acabar peor. Me decía no creyendo mucho en ello.
- Da igual papá, no importa, ya nada importa.
- Sí, sí que importa Greg, no te puedes dejar vencer, estamos en un momento muy delicado y lo sabes, esto se acaba. Mañana vendrán y estamos al corriente de lo que pasará ¿verdad que sí?
Asentí con la mirada y supe de lo que hablaba. Sabía que no podía llegar a mañana, sabía que debía de hacerlos salir hoy de allí.
- Papá debéis iros, ¡ya!
- No Greg, no me iré de aquí ella no querrá y yo no soy nada sin ella, vete tú y comienza de nuevo, vete hijo.
- No sin vosotros, todo se acabará aquí, pero vosotros debéis iros, sabes tan bien como yo que no os dejaran con vida.
- Tú sabes que no te dejaran salir, Greg debes irte, debes luchar sino por ti por ella, deja que nosotros decidamos qué hacer, tú ve con Nastia, ella te necesita y te dará una nueva vida.
- No sé padre, ella me hace sentir diferente, me da sensaciones nuevas pero yo, yo no sé si será suficiente, estoy acostumbrado a otras cosas y sabes de lo que soy capaz cuando me salgo de mis limites. Y si lo hago con ella, Dios no podría, tan solo pensarlo me tortura. Pero a quién voy a mentir, me miento a mí mismo ahora, no, esto no puede ser, debo irme sí, no puedo quedarme y dejarles lo que ambicionan.
Estaba sumido en mis cavilaciones que no vi a mi padre acercarse y abrazar mi cabeza, acercándosela a su cuerpo y diciendo.
- No, vete tú y no mires atrás, deja todo y sigue tu camino, sí hijo ese que te mereces, el que te está reservado, ve.
- Pero papá no puedo, sabes que no ... Detuvo mis palabras y de repente la puerta se abrió.
- Qué pasa Anna? Dijo girándose a verla. Y allí estaba ella quieta en el umbral mirándonos a los dos.
- Greg debemos hablar. Me quedé quieto viendo su gesto, sin saber que decir. Se acercó a mí, tomando por sorpresa me abrazó y me dio un beso en la mejilla.
- Hijo, haz caso a tu padre él sabe mejor que nadie lo que pasará. No me lo podía creer Anna, mi madre, me ha llamado hijo, ¿había escuchado bien? Se acercó y me abrazó.
Yo me quedé paralizado y enseguida mis pensamientos fluyeron con un caballo desbocado, ya no podía pararlo.
- ¿Ahora me llamas hijo, ahora?, que cruel es la vida no te parece ma-má. Argumenté con toda la rabia contenida en mi interior, queriendo herirla como me hirió a mí.
Se separó de mí y me miró con la mirada perdida, sus lágrimas resbalaban por sus mejillas, no supe cómo pero me aproximé y comencé a besar cada gota, limpiaba con mis labios cada lágrima derramada por mí, todas aquellas que no me dio, por todos aquellos sentimientos de los que nunca formé parte, por todo lo que me hizo ser el ser que ahora era.
Seguíamos abrazados, su mente ahora era clara, sus sentimientos afloraban, su pasado se revelaba contra ella.
- ¡Mamá, basta ya! Respondí intentando reponerme a todo ese colapso de emociones.
- No, hijo no, déjame que te muestre lo que siempre te negué, deja que asuma y purgue mi culpa, déjame quererte.
Mi padre se acercó y puso su mano en la de ella diciendo.
- Vamos Anna, ya vale, él ya lo ve todo, no le satures. Con su voz acariciaba los sentimientos de mi madre, la acunaban, la adormecían.
Estábamos más cerca que nunca, sabíamos que era el momento de sentir, de darnos lo que siempre nos negamos, de saturarnos del cariño robado, del perdido, del añorado por tanto tiempo.
Y así quedamos en aquella habitación, en silencio y llenándolo todo con el dolor, la pena que nos sobrecogía y, porque no decirlo, con el amor que pese a todo los tres sentíamos.
CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO 016
AYUDA AL NIÑ@ Y ADOLESCENTE
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