El momento ansiado llegó, ella me daba lo que por tanto tiempo me negó, ahora que ya no esperaba nada todo se me daba ¡qué ironía de la vida!
Había llegado al punto de no retorno, mi decisión tomada, aún así esto era demasiado para asimilar. Ya decidí como va a ser mi destino, mi vida y no debía contemplar otras circunstancias. Tenía que ser firme a mis propósitos, no había vuelta atrás, por más que doliera, esto ya era un capítulo cerrado.
Mi padre supo inmediatamente de mis cabilaciones, fijó su vista en mí, su mirada de dolor y a la vez de razonamiento me embargó, me rompió pero también cobraba su razón de ser, mi determinación.
- Greg, hijo no te aflijas, nosotros estaremos bien.
Decía mi padre cogiendo a mi madre, sí, ya podía llamarla así aunque mis labios todavía no lo pronunciaran.
- Sí Greg, vete cumple con lo que quiera que tengas que hacer, nosotros estaremos bien, tu padre estará bien, no te preocupes yo me encargo.
Ella creía firmemente en ello, sabía que podía hacerlo pero aún así dudaba, sus pensamientos eran turbios, indecisos aunque con la firme convicción de hacerme saber la verdad de sus sentimientos y el cariño hacia mi padre. ¿Quizás veía cerca el final y por ello lo revelaba?.
- No, no puedo irme, cómo creéis que os puedo dejar aquí. Vosotros vendréis conmigo. Dije con determinación.
- No Greg, vete tú, luego nos encontraremos. Dijo mi padre y pude ver seguridad en sus palabras.
- Haz caso a tu padre Greg, ahora lo importante es quitarles la única arma que podrían utilizar. Mi madre hablaba con cautela pero la fuerza de su razonamiento me llevo a decir.
- De acuerdo será como quereís pero os quiero pronto fuera de aquí, me lo prometéis, ¿verdad?
Ellos asintieron y me obligaron a salir de allí, me dieron los pasajes para un vuelo con escalas y una total paz se reflejó en sus pensamientos.
- Te quiero hijo, ya nunca lo dudes. Susurraba mi madre.
- Vete ya. Ratificaba mi padre.
Allí se quedaron debatiendo lo que harían, cómo se las arreglarían para salir airosos de todo; pude ver la idea de mi madre y en seguida me puse manos a la obra.
Fui a su despacho, tiré todos los documentos por los suelos y me llevé los archivos del caso que había terminado. Dejé una nota para mi padre, de todos era sabido la enemistad con mi progenitora así que nadie sospecharía.
Y entonces ya con más tranquilidad salí sin mirar atrás, no podría irme si girara aún solo por un instante la mirada. Marché sin rumbo fijo pero centrando mis ilusiones en aquella parte del mundo donde me esparaba una nueva vida, un nuevo comienzo a este callejón sin salida en el que se había convertido mi vida.
CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO 016
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